La estructura financiera es uno de los aspectos más importantes de cualquier empresa. Se refiere a la forma en que la empresa financia sus operaciones y sus inversiones.
En general, la estructura financiera de una empresa se divide en dos partes: la deuda y el capital.
La deuda se refiere a los préstamos que la empresa ha tomado de terceros, como bancos o inversionistas. La deuda puede ser a corto plazo, con vencimientos inferiores a un año, o a largo plazo, con vencimientos superiores a un año. La deuda puede ser emitida en forma de bonos o préstamos bancarios.
Por otro lado, el capital se refiere a los fondos que la empresa ha recaudado a través de la venta de acciones. El capital se divide en acciones ordinarias y preferentes. Las acciones ordinarias otorgan a sus propietarios derechos de voto y derechos sobre los beneficios de la empresa, mientras que las acciones preferentes suelen tener prioridad en cuanto al pago de dividendos y en la devolución del capital en caso de liquidación.
La capacidad de una empresa para atraer inversores y obtener financiamiento está estrechamente relacionada con su estructura financiera.
Una estructura financiera bien equilibrada, que mantenga una proporción adecuada entre la deuda y el capital, puede mejorar la solvencia de la empresa y disminuir su riesgo crediticio. Por lo tanto, resulta fundamental prestar atención a la estructura financiera de una empresa, ya que puede tener un impacto significativo en su éxito y rentabilidad a largo plazo.
Por otro lado, una estructura financiera desequilibrada, con una excesiva dependencia de la deuda, puede aumentar el riesgo de la empresa y reducir su capacidad para obtener financiamiento en el futuro.
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